En el Encuentro Internacional de
Educación Inicial y Preescolar realizado en Cuba (2005), Silverio Gómez (s.a)
en su artículo “Un proceso educativo para el desarrollo integral de la primera
infancia”, propone que para que la educación se convierta en fuerza que
promueva el desarrollo, el proceso educativo ha de cumplir determinadas
características:
• Debe basarse en el desarrollo
alcanzado previamente por los niños y niñas para moverlo a un nivel superior,
teniendo en cuenta las potencialidades de cada uno. Este proceso debe estar
dirigido, fundamentalmente, al logro de un desarrollo integral, como lo expresa
la ley 115 de 1994: “La educación preescolar corresponde a la ofrecida al niño
para su desarrollo integral en los aspectos biológico, cognoscitivo,
psicomotriz, socio-afectivo y espiritual, a través de experiencias de socialización
pedagógicas y recreativas”.
Lo anterior nos aclara que el
desarrollo debe orientarse en todas las áreas para permitirle a los niños y
niñas orientarse en el mundo que les rodea mediante el dominio de las
cualidades fundamentales de los objetos y del lenguaje como facilitador del
conocimiento del mundo y su interacción, pero el desarrollo esencial no se
manifiesta solamente en el plano cognitivo sino que está necesariamente unido
al desarrollo de la afectividad, de los intereses, de la relaciones de los
niños entre sí y de éstos con los adultos que le rodean y le educan.
• En el proceso de enseñanza -
aprendizaje se debe destacar que en estas edades los conocimientos no
constituyen un fin en sí mismos, sino en un medio que contribuye al desarrollo
y crecimiento personal de los niños y las niñas. Todo momento de su vida
constituye un momento educativo. Cuando el niño juega, cuando realiza cualquier
otro tipo de actividad cognitiva - constructiva - productiva, cuando se asea,
cuando se alimenta y aun cuando duerme, todo se convierte en momento para
influir en su desarrollo y formación en que se dan en una unidad inseparable lo
instructivo y lo educativo.
• El enfoque lúdico de todo el proceso
educativo. El juego constituye la actividad fundamental en la edad preescolar;
mediante sus distintas variantes contribuye a la formación de sus actitudes, de
sus cualidades, en fin, a todo su desarrollo y crecimiento personal. Por todo
ello, el juego constituye una forma organizativa crucial del proceso educativo,
pero a su vez se convierte en un principio fundamental presente en cualquier
tipo de actividad.
• El proceso, además, debe
considerarse como participativo en la concepción y planificación de las
actividades que el adultoeducador, familiar o cualquier otro agente educativo
realizan. Se tiene que tener en cuenta que el niño ha de participar y cómo debe
hacerlo para que realmente ejerzan las influencias que de ellas se
esperan.
• La concepción que se debe manejar del
adulto-educador en el proceso del desarrollo infantil es el de guía y
conductor de ese proceso de enseñanza, aprendizaje que por dominar la cultura y
sus formas de transmisión adquirida como profesional educativo, se convierte en
un potenciador del desarrollo del niño, en un mediador entre el niño y la
cultura que debe asimilar activamente. Además, por su posición y experiencia
como tal y teniendo en cuenta la necesaria preparación pedagógica, es quien ha
de organizar, orientar y dirigir el proceso educativo de los niños; debe tener
opciones sobre los logros como propósitos y sobre los procedimientos para
alcanzarlos.
• El niño debe ocupar el lugar central,
protagónico, lo que significa que todo lo que se organiza y planifica debe
estar en función del niño y tener como fin esencial su formación; deben
concebirse las acciones educativas en función de sus necesidades e intereses
para lograr una participación activa y cooperadora, no como algo que el
educador da y el niño se limita a recibir, sino como acciones que el desea
realizar y que le proporciona satisfacción y alegría.
• Debe tener un carácter colectivo y
cooperativo; cada niño o niña al interactuar con otro le brinda ayuda,
cooperación, le ofrece sugerencias, contribuye a sus reflexiones y toma de
decisiones. Así, el proceso se considera en acción grupal, sin dejar de
tener presente que en última instancia se traduce en un resultado personal, ya
que cada sujeto está mediado por su subjetividad, por lo interno individual y
por sus propias vivencias, producto de las condiciones de vida concretas y
personales.
• El clima socio-afectivo en el
que tiene lugar el proceso educativo es otra de sus características
insoslayables. La interrelación social de todos los participantes y el grado de
afectividad como elemento esencial del desarrollo han sido demostrados en
múltiples investigaciones de los estudiosos de estas edades. Mientras más
pequeños son los niños y niñas mayor efecto tiene sobre ellos la satisfacción
de las necesidades afectivas. Sentir esta afectividad expresada en las
sonrisas, en los gestos, en el nivel de aceptación, constituye fuente de
implicación personal, de comprometimiento, de motivación para un hacer
mejor.
Los requerimientos o características
expresadas de un proceso educativo de calidad pueden cumplir además dos funciones:
en primer lugar, servir como indicadores para evaluar la calidad de dicho
proceso observado en la práctica teniendo en cuenta la medida del cumplimiento
de estos requerimientos. Por otra parte, pueden ser utilizados como
criterios orientadores en el trabajo metodológico con las educadoras, maestras
y otro personal encargado de la atención educativa a la infancia, incluida la
familia, como parte de su capacitación y superación profesional para
orientarlos en los requerimientos que deben tener en cuenta al planificar,
estructurar y dirigir el proceso educativo con sus niños y niñas.
Leonor Jaramillo. (08 de diciembre de 2007). Concepción de infancia.ZONA PRÓXIMA Nº 8. Recuperado el 08 de septiembre de 2020 de http://rcientificas.uninorte.edu.co/index.php/zona/article/view File/1687/1096
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