La infancia puede entenderse como esa imagen colectivamente
compartida que se tiene de ella: es aquello que la gente dice o considera que
es la infancia en diversos momentos históricos. Cada sociedad, cada cultura
define explícita o implícitamente qué es infancia, cuáles son sus
características y, en consecuencia, qué períodos de la vida incluye. Los
psicólogos sociales denominan a este tipo de imágenes representación social.
Las representaciones sociales que acerca de la infancia
tiene una comunidad dada constituyen un conjunto de saberes implícitos o
cotidianos resistentes al cambio (sean verdaderos o falsos desde cualquier
disciplina científica), y tienen cuerpo de realidad psicosocial ya que no sólo
existen en las mentes sino que generan procesos (interrelaciones, interacciones
e interinfluencias sociales) que se imponen y condicionan la vida de los niños
y niñas, limitando la posibilidad de experiencias o las perspectivas de
análisis fuera de esta lógica (Casas, 1998). Chombart de Lauwe (1971)
indica cómo las representaciones sociales de la infancia podrían constituir un
excelente test proyectivo del sistema de valores y de aspiraciones de una
sociedad. Las representaciones caracterizan a quienes las expresan pero, sobre
todo, a aquéllos que son designados. En el caso de la representación social de
la infancia, ésta tiene que ver directamente con el pasado de cada uno de
nosotros, con nuestra descendencia, y con el porvenir de cada grupo humano;
interesa por tanto a los individuos y a las sociedades sin excepción.
Estudia Lauwe (1871) las
representaciones de la infancia en el campo de la literatura, del cine y de los
medios de comunicación franceses, desde tres perspectivas o niveles de
análisis:
a.
El personaje del infante que se presenta a los adultos
en la novela, la autobiografía y el cine. Pone en evidencia los procesos según
los cuales se edifica el sistema de representaciones y el sistema de valores
relativos al niño.
b.
El personaje del niño en los medios de comunicación de
masas destinados a la infancia. Aparecen personajes idealizados, creados por
los adultos, que reflejan las concepciones y necesidades del adulto, que
encarnan los valores propios de la cultura en la cual se inicia al niño. Estos
personajes ofrecen a los niños la ocasión de evadirse, de compensar las
limitaciones de su propia personalidad o de su medio, y juegan un papel
importante en la transmisión social y en la socialización de la infancia.
c.
Cómo los niños perciben a los pequeños personajes de
las novelas y cómo los utilizan: comparándose y situándose en relación con
ellos, intentando imitarlos, tomándolos como modelo. Los modelos de
comportamientos lúdicos o los modelos ideales les sirven para construir su
personalidad cuando se enfrentan a los modelos extrafamiliares.
María Victoria Alzate Piedrahita.(enero de
2002).Concepciones e imágenes de la infancia. Recuperado el 08 de
septiembre de 2020 de https://repository.unad.edu.co/bitstream/10596/4863/1/514517%20infancia.pdf
El análisis de las representaciones sociales del niño
permite concluir a Lawe que la representación de infancia adopta similares
características a las del pensamiento mítico. Las representaciones mezclan lo
real con lo imaginario, convirtiéndose a menudo en el signo de realidades escondidas,
formando una de las partes del símbolo. El personaje simbolizado es ya un
lenguaje a partir del niño. Cuando un relato se organiza a partir de un
personaje de niño idealizado, se evoca el pensamiento mítico.
En conclusión, la representación
del niño como un personaje desplazado a menudo hasta su mitificación muestra,
de un lado, la complejidad de los mecanismos de representación, del pensamiento
mítico y de sus relaciones con los modelos ofrecidos a los niños y, de otra
parte, enfrenta al propio niño a estos modelos ideales con los que comparar la
imagen de sí mismo.
María Victoria Alzate Piedrahita.(enero de
2002).Concepciones e imágenes de la infancia. Recuperado el 08 de
septiembre de 2020 de https://repository.unad.edu.co/bitstream/10596/4863/1/514517%20infancia.pdf
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